LOS VALORES Y EL COMPROMISO MÁSONICO EN NUESTROS PUNTOS GEOMÉTRICOS

 

 

 

Como habitante del municipio de Girardot-Cundinamarca-Colombia, veo con preocupación el incremento de la actividad delincuencial que viene edificándose día a día en esta hermosa y cálida ciudad, lo cual ameritaría hacer un análisis sobre los motivos que dan origen a este fenómeno social y los mecanismos para disminuir el impacto que ello genera en la región, de cara a no dejarla imbuirla en el caos. Sin embargo, no soy el indicado para tal empresa y muchos menos pretendo dar una solución a esa problemática en estas pocas líneas que voy a plasmar, pero con todo y desde mi postura como masón, sí considero que debo expresar mi sentimiento frente a lo que acontece aquí.

 

No es mucho el tiempo que llevo viviendo en esta localidad, pero el poco que he permanecido en ella y con ocasión de mi actividad profana, resulta fácil percibir que Girardot cuenta con los problemas sociales que se presentan en muchas ciudades de Colombia como son, entre otros, la falta de infraestructura o de oportunidades reales para progresar (no las que surgen por la suerte o las relaciones) sino aquellas que se derivan de un verdadero compromiso programático por parte del estamento en todos los niveles.

 

Pero frente a esta realidad, la intención no es hacer señalamientos en contra de la administración municipal, departamental o nacional, sino la de invitar a todos aquellos que aquí vivimos a asumir una conciencia que ayude, así sea mínimamente, a recuperar algún valor del cual podemos carecer o que tenemos, pero que no está lo suficientemente fortalecido.

 

Es claro que la lista valores es extensa y su clasificación depende de la óptica con que cada uno la vea, pero como no es necesario ahondar en el campo de la axiología, tan solo me referiré solo a 4 de aquellos para dar un primer paso hacia la utopía. Veamos.

 

El agradecimiento. Cuantas veces le hemos recordado a nuestros hijos la importancia de dar las gracias por aquello bueno que se ha recibido o se va a recibir. Pues bien, este sentimiento de gratitud cobra relevancia en las interrelaciones personales, toda vez que de él se deriva la significancia que se le puede dar a un acto de retribución, generando confianza entre los involucrados en ese agradecimiento. No se trata solamente de decir “gracias”. No, la gratitud va más allá porque el mensaje intrínseco que ella lleva enseña a que las cosas no se quitan sino que se ofrecen y entregan voluntariamente a quien se las ha ganado. Por eso, resulta constructivo dar las gracias al conductor del vehículo que nos permite cruzar la vía, a la persona que nos atiene en un restaurante, en un almacén, etc, y en fin a todas aquellas personas que nos prestan un servicio de alguna manera, así como cuando recibimos algo que nos beneficia o agrada, como un regalo, una llamada, un reconocimiento, etc.

 

El respeto. La pregunta que siempre nos hemos de formular es ¿hasta dónde van mis derechos?, siendo su respuesta: hasta donde comienza el derecho de los demás. Este valor es un pilar de la convivencia sana y de la concordia de una sociedad, ya que si podemos entender que a nuestros semejantes se les debe respetar sus derechos, ello ayudaría a que no se presentaran actos atentatorios contra la vida e integridad personal, el patrimonio económico, el trabajo, la libertad, por citar solo algunos.

 

En efecto, si tuviésemos claro que no se puede menospreciar la vida, no deberían darse los homicidios; si entendiéramos que las personas de bien consiguen sus pertenencias con esfuerzo, no sería lógicos los hurtos y las estafas; si supiéramos que los niños, niñas y adolescentes tienen el derecho a la educación, no resultaría razonable que unos pocos los desvíen de ese camino al ofrecerles sustancias estupefacientes o los sometan a una explotación laboral; si nos damos cuenta que a esos mismos niños y niñas se les debe respetar su integridad y formación sexual, no deberían existir delitos sexuales y si propendiéramos por conocer nuestros derechos fundamentales, fácilmente haríamos respetar los nuestros y respetaríamos los de los demás para así vivir con orgullo y dignidad, por ello, Jean Jacques Rousseau afirmaba “Siempre en más valioso tener el respecto que la admiración de las personas

 

El amor. Sobre el concepto y el valor del amor, mucho se ha escrito, por ello, no es pertinente en este corto espacio centrarme en su definición, sino más bien a elevar una invitación para que este sentimiento afectuoso comience en los hogares con nuestras parejas, hijos, padres, hermanos y familia en general, de tal manera que entreguemos al mundo seres con una firme identidad y restemos así la potencialidad de eventos que generen violencia doméstica la que, valga decir, repercute en los más pequeños de los grupos familiares quienes al tener un patrón negativo de comportamiento, pueden buscar esa falta de amor en situaciones de riesgo, tales como el consumo de sustancias que generen dependencia, la realización de actos delincuenciales para ser aceptados en determinados grupos, el sometimiento al ofrecimiento de sus cuerpos para explotación y muchos más que son de amplio conocimiento por todos vosotros.

 

Pero el compromiso no solamente recae en las familias, toda vez que no se debe desconocer que en el promedio de hogares los padres se tienen que ausentar de sus casas por los compromisos laborales necesarios para el sostenimiento de su grupo, lo cual lleva a que la responsabilidad debe ser compartida con los planteles educativos en donde los jóvenes también desarrollan actividades sociales de integración, resultando un espacio propicio para que se inculque la cultura del amor a sus semejantes y donde pueden salir a flote muchas condiciones de los chicos y chicas que son desconocidas por sus padres y que pueden ser potencializadas de cara a que cada uno de los estudiantes sea un portador del mensaje de amor universal, esto es, que no se circunscriba a una mera relación de pareja o de paternidad o de familiaridad, sino a un contacto armonioso con todo lo que nos rodea, tanto personas como cosas.

 

 

La honestidad. Este valor se encuentra íntimamente ligado con nuestra conciencia y nos permite actuar de forma recta por el camino de lo legal. Es decir, se convierte en nuestro filtro moral para actuar acorde con la manera como se piensa y siente, pero con un discernimiento sobre lo que es bueno o malo y apartándonos de la mentira, el engaño o el hurto.

 

Bajo tal perspectiva al aplicarse debidamente este valor en nuestras vidas, permitiría un mejor desempeño en todos los escenarios de nuestra cotidianidad en el sentido que nos apartaríamos de aquellos comportamientos que atentan contra una convivencia segura que es precisamente lo que se idealiza en un nuevo orden social.

 

 

Ahora bien, hago alusión solamente a estos cuatro valores, para que sean de un mejor entendimiento para la comunidad en general y en otra oportunidad me ocuparé de los principios de justicia, libertad, fraternidad, solidaridad y tolerancia que si bien son, igualmente, propios de la humanidad, los mismos representan un significado especial para para la existencia y crecimiento de los masones.

 

Así, retomando el tema, el agradecimiento, el respeto, el amor y la honestidad son valores que permiten acercarnos a una armonía social al igual a como ocurre con lo armónico que pueden resultar unas buenas tonadas musicales que nos puede llevar a una reunión agradable en donde no exista diferencias, odios o rencores.

 

La belleza que puede resultar de esa conjugación de valores generaría, sin dudas, una convivencia feliz en la que no se afectaría a un semejante, pero es claro que tal ideal  en este ambiente de desalineación cultural no puede surgir por “generación espontánea” parafraseando  la teoría de Aristóteles.

 

En efecto, ante la pérdida de los valores, el trabajo que debemos emprender como masones es el de fortalecer íntimamente aquellos para luego ser propagadores de esa luz orientadora de comportamiento social. Para tal fin, resulta importante que exista la responsabilidad de acceder a la axiología para que se facilite esa enseñanza que surge del compromiso de hacer el bien a la humanidad.

 

No desconozco que mis hermanos de la orden tengan arraigados los mencionados valores; pero ese no es el quid del asunto, la verdadera intención radica en adentrarse en el estudio filosófico de los valores que permita ver más allá de la dinámica que motiva al hombre a asumir ciertos comportamientos en sociedad y propender a través de ese análisis una fórmula que permita vivir en espacio justo y equilibrado para poder vivenciar Mirad cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos habiten juntos en armonía”, pero no solo en el seno de nuestra organización, sino en la comunidad que nos rodea y considerar a nuestros congéneres como hermanos.

 

Así que si, eventualmente, los estudios que podamos hacer al interior de la orden surten sus frutos, el camino a socializar el contenido esencial de los valores resultaría más fácil, puesto que el ideal masónico estructurado en ser hombres de buenas costumbres, traspasaría las fronteras de la masonería. Por eso, como ejercicio inicial, invito a mis hermanos a que en nuestro diario vivir y en todos los espacios en que nos desempeñemos, llevemos el mensaje de armonía con base en los valores arriba mencionados y todos aquellos que consideremos sean convenientes para cada una de las situaciones vivenciales en el trasegar de nuestra cotidianidad, toda vez que sin importar la persona que nos encontremos, bien sea el más humilde de los seres o el encopetado personaje, si cumplimos con esta misión, estoy seguro que no solo haríamos nuestro aporte a la comunidad, sino que también se podría obtener buenos resultados porque estaría convirtiendo un discurso fundamentados en una actitud de vida.

 

SFU

 

L.F.B.A.

 

VM